La Jugoplastika de A Coruña, el Partizan de Fuenlabrada y la Cibona de Puerto Real
El 18 de abril de 1991, el POP84 Split, antigua Jugoplastika, se proclamó campeón de la Copa de Europa de Balnocesto por tercera temporada consecutiva, al derrotar al F.C. Barcelona en París por 70-65.
Fue una hazaña generacional lograda por un grupo inolvidable del basket croata, uno en el que coincidieron Toni Kukoc, Dino Radja, Zan Tabak, Velimir Perasovic, Zoran Savic, Zoran Sretenovic o Petar Naumoski, todos a las órdenes de Bozidar Maljkovic y Zeljko Pavlicevic.
Dos meses después, Croacia decretó su secesión de la República Federativa Socialista de Yugoslavia. Los nacionalistas serbios no aceptaron la separación de Eslovenia y Croacia y se iniciaron las Guerras Yugoslavas, también conocidas como Guerras de los Balcanes.
La FIBA se encontró en un brete. El conflicto armado en Yugoslavia amenazaba con empañar el debut de la Euroliga, nueva denominación de la competición. El nuevo formato, además, abría las puertas a nuevos equipos, pues anteriormente solo jugaban los campeones de cada país. Yugoslavia, potencia mundial de este deporte, recibió tres plazas -la automática para los campeones y dos clasificados de la previa-.
No se podía concebir la primera Euroliga sin tres clásicos europeos, el campeón POP84 Split, la Cibona de Zagreb y el Partizán de Belgrado.
Dorna Sports, la conocida empresa española de gestión deportiva fundada en 1988, acababa de firmar el contrato en que cimentar su prestigio internacional, la gestión de los derechos televisivos y la marca comercial del Mundial de Motociclismo. Negociaron con la FIBA y convencieron a sus directivos para que les dejaran a ellos solucionar el problema.
La empresa creada por el Banesto buscó cobijo en España para los tres equipos. Es más, convirtió la desafortunada necesidad en una especie de subasta a la que concurrieron diversos ayuntamientos.
Los ganadores de la puja fueron Puerto Real, que se convirtió en la casa de la Cibona de Mirko Novosel; Fuenlabrada, el primer pabellón en el que ejerció de entrenador el recién retirado Zeljko Obradovic; y A Coruña, que se llevó el caramelito del tricampeón de Europa.
La primera fase de la competición constaba de dos grupos de ocho equipos, por lo que los ayuntamientos abonaron entre 20 y 25 millones de pesetas por siete partidos asegurados.
La temporada fue apoteósica. El sorteo deparó una reedición de la final del torneo que se jugó en el Coliseo de A Coruña ante 6.000 aficionados, muchos de los cuales animaron efusivamente al equipo “local”.
Por desgracia para la afición herculina, el POP84 no se parecía en mucho al de las tres últimas temporadas. Ni siquiera se llamaba igual.
La plantilla sufrió un éxodo. Radja estaba firmado por Il Messagiero di Roma desde el verano pasado; Kukoc eligió la Benetton de Treviso como puente hacia los Chicago Bulls, y Zoran Savic, que le había metido 27 puntos al Barça en la última final, se fue a jugar al Palau.
En compensación, el rebautizado Slobodna Dalmacija Split acogió a uno de los jugadores con más talento de la NBA, Michael Ray Richardson, cuatro veces All-Star y caído en desgracia por sus escarceos con las drogas. Sus compañeros más renombrados eran Perasovic, Naglic y Tabak.
Quedaron eliminados a una jornada del final de la fase de grupos, superados por “la Cibona de Puerto Real”
La Cibona aún vivía bajo la tutela de los Petrovic, el hermano mayor Aleksandr era su segundo entrenador. Tiraba de veteranos: Zoran Cutura, Franjo Arapovic y Danko Cvetjcanin, capitán de una escuadra de fantásticos tiradores. Se les acabó la gasolina en cuartos. Le plantaron cara al Joventut en la ida, pero cuando les tocó intentar remontar la eliminatoria en Badalona se desfondaron y perdieron de 25.
La sorpresa de la competición fue el Partizán, que bajo la batuta de un imperial Aleksandr Djordjevic recogió el testigo del Kukoc y del equipo de Split en una inolvidable final ante el Joventut. Formaba un tándem imbatible con Predrag Danilovic, y entre los dos anotaron 48 de los 71 puntos de su equipo.
Djordjevic anotó el triple in extremis que le dio la victoria a su equipo en la final de Estambul, la primera de las muchas imágenes icónicas de la historia de la Euroliga. Y con él convirtió a Fuenlabrada en la casa del campeón de Europa de baloncesto.