Los Harlem Globetrotters mucho más que espectáculo

Los Harlem Globetrotters que conocemos hoy en día son un espectáculo circense para toda la familia, con el baloncesto como excusa.

No obstante, su papel en la historia del baloncesto, particularmente del estadounidense, dista mucho de ser el de simple comparsa. Es más, hay un consenso bastante generalizado acerca del papel fundamental que tuvo su histórica victoria contra los Lakers de 1948 en la llegada de los atletas de color al baloncesto profesional.

Aquel partido hay que situarlo en un contexto muy diferente al de hoy en día. Aún quedaban siete años para el incidente que convirtió a Rosa Parks en el simbolo de la rebelión contra los supremacistas.

El deporte empezaba a liderar una resistencia al racismo imperante en Estados Unidos, pero la batalla estaba perdiéndose. Jackie Robinson se entrenaba con los Brooklyn Dodgers para su segunda temporada en las grandes ligas de béisbol, después de recibir innumerables insultos, amenazas y agresiones desde su debut, incluso de sus propios rivales, que no aceptaban de buen grado que Jackie fuera el primer atleta negro en la MLB.

En el baloncesto, todavía no existía una competición unificada en el circuito profesional, pero eso estaba a punto de cambiar. Los Minneapolis Lakers, en la temporada de su fundación, la 1947-48, derrotaron a los Rochester Royals para convertirse en campeones de la National Basketball League (NBL). Con el título en la mano, y acompañados de sus rivales en las finales, los Royals, se pasaron a la recién creada Basketball Association of America, provocando un cambio de poderes que abocó a una posterior fusión de las dos ligas en 1949 para crear la NBA.

Este increíble peso específico que adquirieron los Lakers solo unos meses después de su creación tenía un responsable, con nombre y apellidos: George Mikan.

La primera estrella del baloncesto profesional era un pívot de 2,08 que había creado controversia en la liga universitaria porque su equipo diseño una estrategia defensiva insuperable a su alrededor. Mikan se situaba bajo el aro y se limitaba a saltar y taponar todo cuanto balón lanzaban a canasta los rivales. Esta estrategia forzó a implementar la norma que aún rige hoy en día de que no se puede taponar un balón que ha iniciado su trayectoria descendente.

Mikan se pasó al baloncesto profesional para disputar los siete últimos partidos de la temporada 1946-1947 de la NBL con el equipo de Chicago, al que hizo campeón. El dueño de los American Gears encontró en Mikan, que arrastraba mucho público a la pista, la piedra fundacional de una nueva liga de 24 equipos. El proyecto fracasó en el primer mes de vida.

Era normal que los equipos duraran una par de temporadas y desaparecieran o cambiaran de dueños después de un sonado fracaso que vaciaba el pabellón y secaba su único ingreso, la taquilla. Mikan quedó a merced del mejor postor que pudieran encontrar los dueños del peor equipo de la temporada, los Detroit Gems, como número uno del draft de reubicación de los jugadores de las franquicias desaparecidas aquel año.

Los Gems se convirtieron en los Lakers por una cantidad de 15.000$, y la obvia selección de Mikan les situó como el equipo más importante del país de la noche a la mañana, solo con su firma.

Los Globetrotters tenían dos décadas más de historia a sus espaldas que los de Minneapolis. Toda su plantilla era de color, y su manager y fundador, Abe Saperstein, les arregabla partidos de exhibición por la zona de Chicago, donde ya habían conquistado la fama de invencibles. El cariz comercial de la franquicia se demostraba en su nombre, que situaba su origen en Harlem para hacer pensar al público que viajaban desde la Gran Manzana hasta el estado de Illinois, aunque el primer partido de los Globetrotters en Harlem no se jugó hasta 1968.

El origen de su carácter cómico se debió a la superioridad sobre los rivales, a los que humillaban para regocijo de las gradas. Con sus charlotadas, vendían más entradas que los equipos del baloncesto profesional reservado para los atletas blancos.

Saperstein y Max Winter, el director deportivo de los Lakers, compartían un agudo instinto comercial. Eran conscientes de que un partido entre el mejor equipo negro y el mejor equipo blanco del país podría dar muchísimo dinero, como así fue.

La expectación se desbordó y el Chicago Stadium se quedó pequeño para los 18.000 espectadores que estuvieron presentes aquel día en las gradas.

Los Lakers empezaron muy fuertes, pero los Globetrotters no se demoraron en la remontada. Los Lakers eran, sin duda, el equipo más fuerte al que se habían enfrentado en sus más de 20 años de historia, pero las crónicas cuentan que se vieron superiores y empezaron a caer en las bufonadas que solían emplear en la cancha, con la colaboración de los árbitros. De todos modos, el partido era de exhibición.

Los pros no estaban en la cancha para colaborar en el espectáculo. El mejor jugador del planeta, Mikan, se negó a rebajarse al nivel de los Globetrotters. Secundado por otras leyendas de los angelinos como Jim Pollard, Vern Mikkelsen y el resto de los futuros campeones de la NBL y con un juego serio y eficaz, el pívot logró reencauzar el partido y los Lakers llegaron al descanso con una amplia ventaja para la época, de dos dígitos.

“Los de Harlem” se dieron cuenta de que su prestigio, su aura de imbatibilidad, corría serio peligro. En la segunda parte volvieron a jugar al baloncesto y el partido se enconó. Los Lakers defendieron con uñas y dientes su ventaja, y el juego se volvió más duro y vibrante a medida que el marcador se iba igualando hasta quedar empatado al filo de la bocina.

Con pocos segundos en el reloj y con el marcador empatado, los Trotters arriesgaron un último tiro, indefendible en aquella era. Ermer Robinson, uno de sus jugadores, había dedicado incontables horas a entrenar un tiro de nueve metros, antecesor del que han desarrollado Stephen Curry, Damian Lillard o Trae Young para revolucionar la NBA actual. El balón entró limpio, y los Globetrotters derrotaron al que era considerado el mejor equipo del mundo.

Meses después, la revancha volvió a caer del lado del equipo de color. En la NBL, nadie podía ignorar ya que las ideas racistas sobre la supuesta inferioridad intelectual y técnica de la raza negra para el baloncesto era un bulo insostenible. En 1950, los Celtics dieron el paso de draftear al primer jugador negro en la historia de la NBA, Chuck Cooper.

Lo que menos gente recuerda es que, unas pocas semanas antes, los Knicks habían comprado el contrato de otro jugador negro que iba a debutar esa temporada en la NBA. Su nombre era Nat Clifton, pero todo el mundo le conocía por un peculiar apodo.

Ese apodo era “Sweetwater”, su nombre de guerra en los Harlem Globetrotters.

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